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Cena Diplomática

Muchas personas me preguntan sobre la vida diplomática. Para algunas, se trata sólo de “glamour”; otras tienen en cuenta la parte difícil de tener que poner absolutamente todos nuestros perteneces en un contenedor a cada 3, 4 o 5 años y volver a empezar en otra parte, cambiar a los niños de colegio, aprender idiomas, lidiar con nuevas costumbres, etc… ¡todo ello es cierto!


Tenemos momentos de “glamour”, pero también tenemos etapas muy difíciles de adaptación o el hecho de que te pueda tocar vivir en países que no son agradables. ¡Es todo un paquete! Pero como mi propuesta en ese blog es hablar sólo de cosas buenas, vamos a la parte elegante: ¡las cenas y cocteles!


Las cenas y los cocteles son fundamentales en la vida de un diplomático porque, en realidad, no son “fiestitas”: ¡son trabajo! De un lado, son las ocasiones ideales para conocer a los representantes del gobierno del país donde estamos y así comienzan desde exitosos acuerdos de alto nivel hasta lindas amistades que llevamos con nosotros a lo largo de los años y de los continentes.


Amigos del cuerpo diplomático que ya estuvieron en Londres y en Tokio suelen contarnos, por ejemplo, sobre la amabilidad de la Reina Isabel y todo el riguroso protocolo para asistir a las ceremonias en Japón. ¡Me pregunto si algún día conoceré a los Duques de Cambridge!


Por otro lado, cuando somos nosotros los anfitriones, estamos haciendo la parte del trabajo denominada diplomacia cultural, o sea, enseñamos al mundo, a través de sus representantes (los miembros del cuerpo diplomático) lo que tenemos de mejor en nuestra cultura.


Anoche hicimos una de esas “cenitas oficiales” en la casa. Como mi marido es peruano, mi segunda nacionalidad se convierte en primera y me pongo a cocinar siempre lo más tradicional del Perú.*


Viví en Lima un total de 4, casi 5 años, en dos etapas, entre idas y venidas. La cocina peruana es tan completa, que en todo ese tiempo, ¡no logré probar todo lo que hay! De hecho tengo mis platos favoritos y algunos de ellos los cociné para la cena de anoche.




Como aperitivo, servimos papitas a la huancaína y una buena ensalada de quinua con palta – definitivamente, una innovación hípster, pero como está de moda, es nutritiva y riquísima, ¡vale la pena divulgarla! Para el brindis, no hay dudas: ¡pisco sour!






La entrada fue una causa limeña rellena de atún. ¿Sabes por qué se llama causa? Dicen que es porque algunas señoras crearon esa receta para alimentar a los soldados que estaban luchando en la Guerra del Pacífico, o sea, ¡era una comida hecha debido a una “causa”!


El plato de fondo de ayer fue otro símbolo de la comida criolla: ají de gallina, servido con arroz blanco. Aquí en Italia, la gran novedad del plato ¡es la sazón del arroz con ajo! Para el postre, un típico suspiro de limeña. Todo servido directamente en el plato, con todo el protocolo y la etiqueta correspondientes. Somos la imagen de un país y por ello hacemos siempre lo mejor posible.


Ayer, nuestros invitados eran todos italianos; fue una de las cenas más gratificantes que hicimos porque hubo un respeto muy grande de la parte de ellos con relación a una tradición culinaria completamente ajena. No es siempre que lo “exótico” es recibido con tanta amabilidad, principalmente en grandes centros gastronómicos internacionales.


Ese intercambio es lo que más aprecio en la vida diplomática. ¡“Arriba Perú”!








*A partir de esta parte, este texto no es igual al de la versión en portugués, ya que en el otro, me dediqué a explicar con más detalles los platos peruanos, lo que no creo necesario en esta versión porque la gran mayoría de los lectores en español es de Perú

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