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El Pancito Finlandés

Cuando pensamos en panes, generalmente imaginamos los baguettes franceses o los panes italianos redondos – ¡los cuales, en Brasil, se convierten en soperas cuando ya se ponen duros! – y ¿por qué no mencionar las delicias de las panaderías en toda América Latina? El típico ¨pan francés¨, por ejemplo, que se ha convertido en algo muy brasileño, calientito con un quesito derretido, ¡es extraordinario! Ya comí ¨pan francés¨ en otros países de América Latina, pero como el brasileño, ¡no hay! El problema fue que llegué a Finlandia, ¡y el cupido me tiró una flecha! Sin embargo, la flecha terminó en el estómago… Disculpa, ¡pero el corazón ya está ocupado!


Confieso que sabía muy poco sobre Finlandia; sólo que era la tierra de Papá Noel, para decir la verdad. Estábamos en el verano europeo, promedios de temperatura de 38° C en Italia, mientras que en Helsinki, la capital, hacía 18°C. ¡Ya me gustó! Nosotros, brasileños, nos dividimos entre los que nos gustan el frío – el ¨equipo Frío es Vida¨ - y los que no les gustan el frío… Ya entendiste de qué equipo soy, ¿no?


¿Sabes cómo sabíamos si las personas que veíamos en las calles eran finlandesas o turistas? Los locales tenían puestos shorts, polos, vestiditos ligeritos, y el resto, ¡hasta bufandas y gorros! Mi marido ya había estado en Helsinki, pero se dio cuenta que era la primera vez que estaba viendo el verdadero suelo finlandés… de las otras veces que ha estado, sólo había visto nieve por todos lados. Fue extraordinario ver el paisaje todo verde, exuberante, y darnos cuenta que todo aquello duraría nada más que tres o cuatro meses, ya que en los meses siguientes todo volvería a ser blanco.


Catedral Ortodoxa de Helsinque

Sabiendo tan poco sobre ese lugar, empecé a investigar sobre algo que siempre me interesa: la comida, ¡obvio! Aprecio mucho la comida; pienso que lo que va en la mesa puede decir mucho sobre donde estamos. Asimismo, como lo hacen los perfumes y la música, la comida tiene un rol muy importante en la formación de nuestra memoria afectiva. Yo, por ejemplo, puedo fácilmente olvidarme que visité uno u otro monumento histórico, pero de algo extraordinario que haya comido, ¡jamás me olvido! Y tú, ¿también?


Por eso, fui a buscar al menos un restaurante ¨muy finlandés¨. Es cierto que tuve algunos intentos frustrados en los últimos años en volverme vegetariana y vegana, y es por ello que cuento, con todo el respeto por los que lo han logrado, que terminé comiendo carne de reno… (Sólo no le conté a mi hijita, pobrecita, ella podría pensar que fuera Rudolph ¡y hubiese sido una tragedia navideña!) – Es una carne de sabor fuerte; es muy sabrosa y, recientemente, han descubierto que es una de las más saludables. El plato vino servido con puré de papas (¡¨perunat¨, en finlandés! ¿Será por el origen peruano de las papas?) y pepinillos (pickles). ¡Una combinación perfecta! Ese plato es típico de Laponia, la provincia al norte donde vive Papá Noel (¡en serio, tienen ahí todo un parque con su casa, etc!) y se come durante todo el año y en todo el país. La sopa de salmón también es otro plato muy tradicional, pero como soy alérgica a pescados y mariscos, no te puedo decir qué tal es…


El pancito finlandés - foto del blog Cooking Finland

¿Y el pancito más típico? Se parece a un pequeño ¨pie¨, hecho con harina de centeno y relleno de arroz blanco ligeramente dulce. Por encima, se suele poner un poco de huevos revueltos ¡y unas gotitas de mayonesa! Suena rarísimo, ¿no? ¡Pero me encantó! Sólo los venden para el desayuno y se llaman: KARJALANPIIRAKKA – o Karelian Pie, en inglés. (¡Yo entraba en los cafés con los nombres de lo que quería comprar escritos en un papelito; hacía un ¨combo¨: mitad inglés, mitad papelito!) Los finlandeses se reían, ¡pero de una manera muy simpática! Me di cuenta que aprecian mucho ver a alguien interesado en su cultura.


Además de ese pancito muy rico, pero de nombre que no logro pronunciar, hay una infinidad de tipos de panes. La mayoría está hecha de harina de centeno, que es un cereal muy nutritivo y muy utilizado en toda esa zona, incluyendo Rusia, que está muy cerca. (En tren, se llega desde Helsinki a San Petersburgo en tres horas).

Otros panes riquísimos que comí por allá son dulces y rellenos con frutitas tipo ¨berries¨, principalmente fresas y arándanos. Los finlandeses no son los que inventaron los rollitos de canela, pero son los que más los consumen. ¡Esos rollitos calientitos con café son extraordinarios! Llegamos hasta un pueblo muy pintoresco al noreste de Helsinki llamado Porvoo. Ahí fue donde tomé la foto de la vitrina de una panadería que me pareció hermosísima, y fue donde mi di cuenta de la tradición de los panes.


Panadería tradicional en Porvoo

Durante el invierno, ellos reciben muy pocas horas de luz solar, entonces siempre buscan alternativas que les generen bienestar y un poco de alegría. Dos de ellas son el café y el chocolate (¡buenas elecciones!) – la principal marca de chocolate finlandés se llama ¨Fazer¨ y tiene más de 120 años de tradición. Trajimos a la casa una buena cantidad en la maleta, ¡pero creo que no duró ni un mes! ¡Son irresistibles! La tercera costumbre muy típica de allá es la sauna; fácil descubrir el motivo, ¿no?


Haber estado en Finlandia fue una experiencia fascinante. A pesar de estar tan lejos cultural y geográficamente de mi universo conocido hasta ese entonces, fue uno de los viajes más relajantes que hice. No sé si tuvo que ver con una imagen pre-establecida que tenemos sobre el desarrollo y la seguridad de los países nórdicos, o por el hecho de que todos los finlandeses hablan inglés, por lo que sentí que al menos podía comunicarme, que todo saldría bien – ¡y así fue! Te cuento que, luego de ese viaje, llegué a dos conclusiones: la primera, es que el frío del verano finlandés es una excelente opción de vacaciones para mis compañeros del ¨Equipo Frío es Vida¨. La segunda, la más importante, ¡fue entender por qué Papá Noel es gordito!

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